Morir con las letras de mi prosa será el mejor testigo de mi existencia en este mundo

domingo, 19 de agosto de 2012

#19


Recordaba aquella noche, como el renacer de su ser, como si la Luna hubiera embrujado las calles. Allí estaba él junto a ella, observándola, maravillándose de su impoluta belleza femenina, recorriendo con la mirada sus labios, su sonrisa, fijando sus verdes ojos en los suyos de un tono marrón, escuchando cada palabra que de su boca salía con más o menos sentido.
La Luna seguía aguardándolos en el firmamento, ella no paraba de reírse, él la seguía.
Era una noche de verano, y allí seguían hablando después de tanto tiempo sin verse, entrecruzando sus manos y riendo una y otra vez. Hacía tiempo que no se sentía así, que tenía ganas de estar junto a ella, hacía tiempo que no sabía lo que era estar realmente a gusto junto a alguien.
 Era la primera vez, en mucho tiempo, que algo dentro de él le incitó a preguntarse...




No hay comentarios:

Publicar un comentario