Morir con las letras de mi prosa será el mejor testigo de mi existencia en este mundo

lunes, 7 de mayo de 2012

La flor de los siete meses... Capítulo XXXII

Hoy he ido al huerto contigo, ya hacía tiempo que no te veía, sí, desde ese tiempo que ya queda muy lejano, donde las flores de tus ramas mostraban su blanco más cálido y nos regalaban su dulce aroma. Hace 7 meses que las flores dejaron de oler tan bien, hace esos meses que los pájaros no cantan todas las mañanas, hace tan solo 7 meses que el mar resplandecía un color parecido al del azulejo de la piscina. Por eso, hace solo esos meses que no sé que viento y rumbo tomar.
Todo este intento, bien labrado, se ha vendido cruelmente a los sueños de las más frías noches. Cada pensamiento repentino y cada fotografía caducada, que aún guardo en el altillo, debilitan la imagen de esa senda nueva e ilusionante. Hace 7 meses que caen, desde el altillo, pétalos rojizos de alguna planta ya extinta. Cada día hay uno y, mientras van pasando los días, cada vez, los pétalos son más negros, como lo que queda en mí, desde hace exactamente esos meses.
No me culpo por regarlo cada día, ni a la vida por haberme proporcionado un nuevo riego para seguir ilusionado, culpo a la naturaleza por darle una flor tan preciosa a mi naranjo desnudo.
Todos mis malos ratos han marchitado de su llamativo y cálido aroma.
Por eso opino sin desazón, que los naranjos sin corazón, sin flor, sin sentimiento alguno son, ahora mismo, mi riego.
Aún así, sigo luchando para que mi naranjo siga igual de majestuoso... como haría él si viera lo que he luchado para que su flor siga igual de preciosa y huela igual de bien, hace tan solo 7 meses...

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